Artículo

Cristianismo Apostólico

P14006472a Epoca, Año II
Marzo-Abril
Número 5
Autor: Joaquín Renz

LA VIA DE PAZ

Dos hombres fueron divinamente llamados por Jesucristo por El durante Su ministerio terreno de tres años y medio.  Otro más fue divinamente llamado por su Señor ya resucitado, cuando iba camino de Damasco, y entrenando personalmente por El para el ministerio de Su causa entre los gentiles.  Todos fueron llamados apóstoles, que significa enviados.  Envidaos fueron todos por Cristo a proclamar al mundo Su mensaje con un ministerio de milagros, a establecer la Iglesia de Cristo contar la cual las puertas del Hades (la muerte) no podrían prevalecer.  Despojado de sus elementos temporales, el ministerio de estos hombres viene a ser la norma de todo ministerio cristiano.

PREPARACIÓN DE LOS LLAMADOS

El ministerio personal del Señor Jesús se limitó en tiempo a tres años y medio, y en cuestión de geografía a la exigua tierra de Palestina.  Pero durante esos tres años y medio preparó a los Doce para que pudieran dar testimonio al mundo de Su vida, muerte, sepultura y resurrección.  Con El anduvieron diariamente.  Lo oían enseñar y lo veían sanar.  Dos lecciones de suma importancia aprendieron de El, y ésas fueron enviados a proclamar.  La primera verdad fue referente a la persona de Jesús.  “Vosotros quién decís que soy?” les preguntó “Tú eres el Cristo, el Hijo del Dios viviente”, fue la respuesta.  Aprendida esta lección, vino la segunda ¡en importancia: “Desde aquel tiempo comenzó Jesús a declarar a sus discípulos que le convenía ir a Jerusalén, y padecer mucho de los ancianos y de los príncipes de los sacerdotes y de los escribas; y ser muerto y resucitar al tercer día”.  Tal lección comprendía el propósito de Jesús.  Mejor; fue el método divino de cumplir con su propósito que anunció ser “buscar y salvar lo que se había perdido”.  Antes de su muerte les dio instrucción de que los enviaría así como el Padre lo había enviado a El.  Iban a recibir el Espíritu de verdad que los guiaría a toda verdad.  En los cuarenta días que siguieron a la resurrección les habló “del reino de Dios”.  Durante ese tiempo les dio las seguridades de Su propia “toda potestad” y basado en tal autoridad, los comisionó para predicar el evangelio, para bautizar a los conversos “en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo”, y para enseñar a los creyentes bautizados “todas las cosas que os he mandado”.  Les aseguró que todos lo que creyeran y obedecieran su mensaje serían salvos, y que los que lo rechazaran serían condenados.  Les dio Su promesa de que, mientras siguieran este programa, estaría con ellos hasta el fin de las edades.

COMISIÓN SINGULAR COMO NINGUNA

Observamos bien que ningún hombre ni grupo de hombres ha recibido jamás comisión más alta antes ni después de ese tiempo, que tal comisión jamás se ha revocado, que no hay constancia de que alguna vez se haya transmitido.

Así comisionados, iba también armados de las credenciales divinas de su oficio.  La primera cualidad de un apóstol era que debía ser “testigo de su resurrección.”  El Cristo resucitado no los envió inmediatamente sino que les dio órdenes: “Vosotros asentad en Jerusalén hasta que seáis investidos de potencia de lo alto.”  Obedecieron el precepto y fueron habilitados de poder.  Diez días después de la ascensión, “fueron llenos del Espíritu Santo, y comenzaron  a hablar en otras lenguas, como el Espíritu les daba que hablasen.”  Tal potencia divina comprendía el poder de hacer milagros, y la capacidad de pasar a todos el mismo poder milagroso con ponerles las manos encima.  Abarcaba la dirección infalible hacia toda verdad necesaria para guiar a un hombre del pecado a la salvación, pasando por el crecimiento de la vida cristiana hasta el cielo mismo.

A dondequiera que los apóstoles iban, predicaban el evangelio.  Su predicación trataba de verdades evidentes en sí, no de deducciones.  No tenían tiempo para los eventos de aquel día.  Trataban de cuestiones del tiempo y de la eternidad.  No se metían a resolver los problemas de la sociedad.  Únicamente daban el mensaje que redime a los individuos que forman la sociedad.  Sabían que una Sociedad formada de individuos redimidos es una sociedad redimida.

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NATURALEZA DEL MENSAJE

¿Qué mensaje era ese?  La verdad que de Jesús habían aprendido en lo que concierne a la persona y propósito de Jesús como Hijo de Dios y único Salvador del mundo.  Proclamaban su muerte en la cruz por los pecados del mundo, y su sepultura y resurrección del sepulcro para la esperanza del mundo.  Cuando se les interrogaba sobre este punto, sólo podían decir, “Somos testigos”.  Su testimonio era irrecusable.  Proclamaban las condiciones en que tal evangelio salvador podía apropiarse a la vida del individuo.  A los que inquirían informaban que se debía creen en Cristo, arrepentirse hacía Cristo, bautizarse en Cristo y vivir la vida nueva en Cristo.  Proclamaban las promesas divinas del evangelio.  Aseguraban a sus oyentes que todo el que creyera y obedeciera el evangelio recibiría el perdón divino, el don del Espíritu Santo en su vida y la seguridad de la vida eterna por la resurrección.

Para los apóstoles, el método divino de operación era la proclamación sencilla del mensaje divino.  Hablando a lo más sencilla del mencillo, su método era que un individuo se llegara a otro directamente con la historia del Cristo.

EFECTOS DEL MENSAJE

Los que creían la historia y aceptaban al Cristo se reunían en congregaciones o iglesias.  Estas congregaciones se reunían el primer día de la semana (día en que su Señor se había levantado del sepulcro) y celebraban la Cena del Señor, con la que recordaban la pasión y muerte de su Señor por ellos.  Su culto sencillo consistía de cantos de salmos, himnos y canciones espirituales de alabanza y oración, de predicación y enseñanza cristiana, y de dar una ofrenda para la obra del reino de Cristo.  Cada congregación tenía sus propios oficiales, que eran anciano y diáconos.  Cada congregación estaba bajo la autoridad directa e inmediata de Cristo y de sus apóstoles.

ALCANCES DEL MENSAJE

Bajo tal sistema apostólico la iglesia llegó a su más alto grado de eficiencia para llevar a cabo su propósito.  Para fines del primer siglo era bien conocida la operación del evangelio, y se establecieron iglesias por todo el mundo.  Sin buscar influencia de poderes legislativos ni favores políticos, y a pesar de la mayor oposición, la iglesia marchó de victoria en victoria.  Como alguien lo ha indicado, en su historia subsecuente, el tiempo de su mayor desviación de los métodos apostólicos fue también el tiempo de su testimonio más obre en un mundo de tiniebla.

Hoy abogamos por la vuelta a la proclamación sencilla del mensaje evangélico como tarea que le toca a la iglesia.  Abogamos por la restauración de los métodos apostólicos que reportan gloria a Dios y no a los hombres, que preservan la unidad del espíritu en el vínculo de la paz; que si nos adhiriéramos a ellos con fidelidad, producirían la redención del mundo y la realización del reino de Dios sobre la tierra.